06 abril 2006

Los muchachos moralistas

Volvieron Pergolini y sus muchachos, volvieron las sonrisas cancheras, los trajes negros, los anteojos. Yo me quiero ir. Otra vez ese afán detectivesco, esa obsesión moralizante. Porque hay que decir que la moral cotiza en alza. Y en la tele siempre garpa. Mario y sus amigos no están lejos del espíritu K, aunque por una cuestión de estrategia quieran parecerlo. Su credo es la denuncia, el señalamiento constante de los malos. Que más o menos resultan ser los mismos para los progres de clase media que se encandilaron con algunas medidas de Kirchner que para los oyentes de Rock & Pop o los lectores de Clarín. El sentido común lo envuelve todo, lo contamina todo, no deja resquicio sin llenar. A eso se le llama quince puntos de rating. Los CQC son cazadores con los músculos alertas, su pequeño arte de burgueses es la vigilancia permanente de los actos del otro, la voz que grita las miserias ajenas. ¿Los CQC son desestabilizadores, son sísmicos, como diría Deleuze?. Nada de eso, más bien son constructores aplicados. Por lo menos han construido una empresa más que redituable en términos económicos. Ese insecto dibujado que han elegido como emblema no molesta a nadie, no quita el sueño ni perturba la conciencia de ningún poderoso, es un pobre animalito de Dios que se espanta con un agitar de dedos. Vean los auspiciantes del programa si no. Los CQC, una vez que vez que hubieron montado esa fachada de probidad moral a base de falsos actos de arrojo, de hazañas dudosas, de declaraciones de guerra truncas, se pudieron dedicar tranquilamente a ganar dinero. Mientras, los espectadores aplauden: aguante Marito (que encima es bostero, vistes), ríen con su escatología de secundaria, sus bravuconadas de primaria (me hago el gallito pero después me voy al mazo), su lenguaje inarticulado como el de los pájaros o el de los niños apenas egresados del período de lactancia (a propósito: no le entiendo nada a Pergolini, ¿en qué idioma habla? Castellano no es. Tendré que hacer un curso: prometo escuchar más la Rock & Pop). Hábilmente posicionados contra Tinelli, a quien califican de grasa, de populachero, cuentan con el aval de gran parte del periodismo y sacan chapa de inteligentes (!), de ácidos ( Esto puede ser verdad, a mí me dan acidez). Entendiendo por ambas cosas hacer chistes sobre la gordura de Susana o mandar a un notero para que le endilgue a Mariano Grondona su veletismo político. Ay, muchachos, qué sagaces que son, no se le ocurrió a nadie eso, todo el mundo confunde a Su con Kate Moss y a Mariano con David Viñas. De esas pequeñas astucias, esos gestos que hacen aullar a la galerie se nutre el programa. Yo paso. Parafraseando a Oscar Wilde, que por suerte nunca tuvo que ver CQC, cuanto más conozco a Pergolini, más lo quiero a Pettinato.

6 Comments:

At 07 abril, 2006 17:46, Anonymous Anónimo said...

Epa... Salimos con los tapones de punta parece, jaaja! Esto "huele a espíritu adolescente" (el programa)

 
At 07 abril, 2006 18:10, Anonymous Anónimo said...

Pero ya dejaron la adolescencia hace rato estos muchachos, eso es lo malo. Se les notan las costuras, las astucias. Ojalá fueran adolescentes, tendrían más frescura. La viveza se les nota detrás de las máscaras de "chicos rebeldes".

 
At 07 abril, 2006 19:20, Anonymous Anónimo said...

No lo puedo creer, el programa no solo es bardear a Su ehh!!! habria que mirarlo todo!!! Cuando hacen quedar como ridículos a los políticos o cuando descubren las cagadas que se mandan, me parece que está bueno no?? Igual aguante Pettinatoooo!!

 
At 08 abril, 2006 18:44, Anonymous Anónimo said...

Pero, justamente, el programa se sostiene en el lugar común de que los políticos son malísimos. Lo que yo cuestiono es ese lugar común según el cual los malos siempre son los otros. Mientras tanto, los de CQC chapean con una supuesta superioridad moral, que los ubicaría por encima de casi todo el mundo.

 
At 16 abril, 2006 05:47, Anonymous Anónimo said...

chee, y si apagan la tele? con tantos cds que tenemos...no?

 
At 22 abril, 2006 11:41, Anonymous Anónimo said...

Pero las dos cosas no son incompatibles, little Marian. Igual, sí, enfrentado al programa de Pergolini me dan ganas de apagar la tele.

 

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