09 julio 2006

Emefer

Mi queridísima Fernanda parte de viaje. La voy a extrañar. Del mismo modo, se echarán de menos sus ideas y su excelente prosa en esta página (veremos si se digna a escribir algo desde el Viejo Continente). Entre tanto, y en su homenaje, posteo esta nota suya que fuera publicada hace un tiempito en mi extinto blog Fata Morgana.




LAS IMÁGENES, por M. Fernanda Torrent

Scott Weiland, del grupo Velvet Revolver, canta como si estuviera electrificado. Una crispación pálida lo sostiene. Su cuerpo está allí pero no le pertenece: es un hombre hermoso que se ha dado a sí mismo. Su figura es de los otros, de los fans. Su cuerpo estragado es ahora de otro mundo, del mundo de las imágenes.
El video de Fall to pieces ha dado ese paso consistente en hacer fusionar dos realidades. Es ese cuerpo semidesnudo el que hace de lazo, de hilo conductor, el que pasa de una atmósfera a la otra. La realidad de la vida doméstica del rocker, que gracias al periodismo no es del todo privada, se corresponde ahora, quizás milimétricamente, con la de su vida artística. La primera empieza a funcionar como promotora de la segunda. En el fondo, los seguidores de su carrera pueden mirar y decirse a sí mismos: “ya sabíamos que Scott era un reventado”. Pero no dejarán de seguir esa serie de imágenes con la fascinación del que por primera vez está viendo. Allí está la vida del músico de rock. Son imágenes que retiene el ojo aturdido del fan. Las falsas rubias, las morochas escotadas, las botellas de whisky, las chicas celosas que se agarran de las mechas, los efectos de la heroína. Es la poesía melancólica de los cuerpos jóvenes que se desgastan, que se “degradan” (como en los flasbacks del video Come undone, de Robbie Williams), que apuran la vida como un trago, precisamente.

Un mito acuñado por el Romanticismo: el erotismo intenso de los cuerpos jóvenes enfermos. Puesto que la enfermedad amenaza a un cuerpo con despojarlo de su irradiación erótica, en los momentos previos al triunfo de la enfermedad y la muerte, ese cuerpo se vuelve, más que nunca, objeto de deseo, pues el amante ya anticipa dolorosamente su desaparición. Desea más que nunca aquello que sabe que está a punto de perder.

Imagen crística la de Scott Weiland, ya que es la de alguien que se entrega (se sacrifica), al final (después de un verdadero calvario) se restablece así misma como la de un rey triunfador. Allí está el bueno de Scott, entonces: otra vez sobre el escenario. El público aplaude. La moral de los vencedores no se hace esperar: se puede tropezar pero hay que levantarse. Sólo la fuerza de voluntad nos conducirá a la cima.

1 Comments:

At 11 julio, 2006 17:15, Anonymous Anónimo said...

Grande Fer...!! Espero que escribas seguido preciosa.Un beso!

 

Publicar un comentario

<< Home