01 junio 2006

Bon vivant

Estos días estuve leyendo a Martín Caparrós. La patria capicúa. Es un libro viejo ya, una serie de notas escritas en tiempos de Menem para Página 12, cuando Página 12 era un diario de oposición. O cuando era un diario, y no porque ahora haya dejado de salir diariamente. Como sea, ahí escribía el bueno de Martín. Aunque habría que decir que Caparrós no es un escritor bueno sino un buen escritor. Muy bueno: Caparrós escribe como casi nadie aunque él se llame a sí mismo periodista. Es verdad que le gusta indagar sobre las cosas, ir por ahí, mirar, meter la nariz. A menudo sus viñetas parecen el relato de una aventura en primera persona. Va a Anillaco para ver la construcción del poder in situ; un chico se le queda mirando y él, instintivamente, apura el paso. O si no, asiste en Tailandia a un show de chicas que muestran sus carnes, que tienen los ojos como embalsamados y los gestos robóticos, al que describe de algún modo como subversivo.
Es cierto que no siempre pueda evitar el dictamen o el juicio moral. Y a veces, para mi gusto se vuelve un poco, un poquito, sentimental. Pero está bien, yo no le pido que sea un pensador asceta sino que escriba y piense libremente. Y eso nunca deja de hacerlo. Como cuando presentaba un libro en una coqueta librería de San Isidro y dejó a todo el mundo boquiabierto declarando su escasa simpatía por Castro y por el Che. Parece que los progres chetos (combinación menos rara de lo que se cree) se lo querían comer crudo.
De pronto se describe como un resentido y uno siente que ahí hay como una especie de impostura, una finta que el escritor dedica a sus lectores con el fin de descolocarlos, de tomarlos desprevenidos. Caparrós recorre el primer período presidencial de Menem como un hombre en guerra: su prosa siempre elegante, incluso refinada, se ve sacudida por risas rabiosas, como si la ironía habitual ya no tuviera fuerza suficiente y debiera dejar en su lugar un desgarro, un grito en carne viva.
Pero lo mejor de todo es cuando escribe casi como al descuido, como si las palabras brotaran de una verdadera máquina de escribir, un prodigio alimentado por una especie de spleen, de beligerancia aristocrática contra el mundo y su esencial fealdad. Martín es un bon vivant que escribe. En el fondo, su lucha personal, encarnizada, se da en el terreno de la estética, con sus múltiples políticas y sus poéticas en pugna.

4 Comments:

At 02 junio, 2006 16:50, Anonymous Anónimo said...

Me olvidé de decir lo que me contó mi amiga Mariana:que Caparrós dijo una vez que el que mejor escribe en la Argentina es Tomás Abraham.
Tiene razón Caparrós, T.A.es el mejor. Pero el que le sigue es,justamente, él.

 
At 04 junio, 2006 21:45, Anonymous Anónimo said...

Y también te olvidaste de decir que, igual que vos, Caparrós es fanático de... ¡los caramelos Refresco...! Hay gente para todo, vea. (Fernanda).

 
At 05 junio, 2006 16:41, Anonymous Anónimo said...

No me olvidé pero no me pareció muy significativo, realmente, jaja... ¿¿Y qué es eso de Usuario Anónimo??

 
At 05 junio, 2006 17:09, Anonymous Anónimo said...

Yo lo tuve a Caparrós en una materia de Comunicación... Y no era fácil el hombre.

 

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